En el reino de Ítaca las cacerías constituyen un ritual.
Los hombres preparan las lanzas, los arcos y las flechas.
Los esclavos preparan las monturas.
Las mujeres -sólo ojos y lágrimas- rezan por lo bajo pidiendo a los dioses por la vida de sus hombres. (más…)
-¡Desterrado te declaro, y no vuelvas!- anunció el Rey.
Entonces el caballero vestido de rojo y plata se levantó y dio media vuelta. Subió a su caballo y partió. Demostró así que, entre servir a un traidor, y no ser más que una sombra en la tierra, prefería la segunda. Y al galope se fue, y al galope recordó…
Cenizas cansadas.
Un fogón que arde
con la mayor furia.
¿Es que estoy en el mismísimo infierno?
¿Es que soy culpable de esto? (más…)
Si en el palacio de Cnosos cortaran el buen vino con gaseosa, Minos abdicaría al trono y Minotauro, adicto a la Coca Cola, despacharía vírgenes y guerreros en un maxikiosco.
Pero el alcohol deforma la historia. (más…)
Lágrimas secas recorren mi rostro.
Estoy sonrojado, no lo escondo.
El rey ya no posa en su trono.
La ley ya no es más un estorbo.
Gotas, gotas y más gotas. (más…)
El objeto proviene de la tierra… nace de un metal, al calor del fuego, asistido por maestros artesanos.
Para el común de las personas, es sólo eso: un objeto.
Pero los sentimientos pueden transformar a la llave en una sustancia hermosa que encierra misterios y libera sueños.
La llave en sí misma no es nada, pero a la vez lo es todo.
Los creyentes ven en ella esperanza, melodía y sentido ante el tormento de la realidad. Su magia asoma en la diversión de un niño, en la sonrisa de un anciano, o en la mirada de quien, desde el encierro, desea la libertad.
J. D. L.
La llave había estado escondida en aquel lugar por años. Nadie conocía de su existencia. Era vieja. Sobre su metal se había posado un herrumbre grueso como costra.
Cada tanto alguien abría el cajón, sin imaginar que estaba allí. Pasó el tiempo. Veranos, inviernos y cumpleaños; otoños, primaveras y pascuas; y la llave seguía en el mismo sitio, sin ser descubierta. (más…)
La llave que tengo en mi mano, esa que abriera grandes y pesadas puertas, es ahora completamente inútil. Si antes abrió castillos y cerró posadas, hoy no sirve ni para un baño público.
No todo lo que envejece se vuelve inservible, pero algunas cosas sí… ¡Pobre llavecita! ¡Tan linda, y tan caduca!
Las otras la veneran por sabia, tranquilas e hipócritas: ella no puede trabajar más.
Desde su rincón, se ríe pensando: ¡pichoncitas!, no imaginan todo lo que yo abrí…
L. R.
La llave se detenía morosa, indecisa. La cerradura, con fingido asentimiento, sus goznes trababa. Agazapada tras el dintel y en forzado silencio, la dueña del portal imaginaba ladrones o escarmiento. El borracho murmuraba para sí si sos de aquí tenés que entrar. El alba no había llegado (venía atrasada con vahos de alcohol). Su pulso oscilaba con las órdenes, y demoraba en responder.
La puerta maciza los separaba como si nada hubiera pasado y todo estuviera bien. (más…)
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